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martes, 12 de agosto de 2014

En Paraguay, una cooperativa de productores de caña de azúcar se rebeló contra la industria

Es un caramelo en medio del bosque paraguayo. Dulce y deseada, la fábrica de azúcar orgánico y de comercio junto empezó a funcionar el pasado junio con una plantilla de 172 empleados y 1.750 dueños, todos y cada uno de los socios de la cooperativa Manduvirá. Dos décadas después de que un grupo de productores de caña empezara a soñar con tener su propia factoría, lo que entonces parecía una utopía, se ha tornado en realidad.
“La gente no creía en nuestro sueño, nos decían que estábamos locos porque esto no lo había hecho nadie antes en Paraguay. Y nos ha llevado mucho tiempo realizarlo, pero hay que ir paso a paso”, reconoce Andrés González, gerente de Manduvirá. La lógica de los mecanismos económicos y comerciales impedía a sus vecinos de Arroyo y Esteros (a 67 kilómetros de la capital), donde estaba la primera fábrica de azúcar orgánico del país, creer que era posible que los campesinos pudieran dar el salto de la tierra a tener su propia planta. Pero lo fue, aunque el camino, como recuerda el hoy responsable, supuso una lucha.
González fue uno de los 39 productores de caña que fundó la cooperativa en 1975 para negociar unidos el precio de sus cosechas, obtener pequeños créditos y ayudas. “Nos pagaban una miseria”, explica. Esos fueron sus únicos propósitos hasta que 20 años después, durante una feria sectorial, entraron en contacto con gente relacionada con el comercio justo. Aquel encuentro despertó en ellos el deseo de fabricar su propio azúcar bajo criterios de responsabilidad social y medioambiental.
El primer paso fue iniciar un sistema de producción orgánico, con técnicas respetuosas con el entorno natural y el propio condimento, sin químicos. Cuatro años después, en 1999, los cooperativistas obtuvieron el certificado de Comercio Justo de la Fairtrade Labelling Organizations (FLO). Pero todavía vendían sus cosechas a la única empresa de azúcar orgánico de la zona: Otisa. “Era un monopolio. Y eso siempre es una excusa para pagar un precio de hambre a los productores. Si no los aceptábamos, el dueño nos amenazaba con cerrar. Y si lo hacía, ¿a quién le íbamos a vender?”, detalla González.
En ese tira y afloja pasaron otros tantos años. Un día, seis campesinos, entre ellos el gerente de Manduvirá, se cansaron de tener miedo a las advertencias de cierre. En 2003 dijeron basta y empezaron una huelga que se convirtió en una rebelión colectiva contra la industria. “Al principio éramos media docena, luego 100 y después 500”, recuerda González. No iban a cortar su caña. Dos días antes de la fecha en que debían empezar la recogida, la compañía prometió pagar bien y una bicicleta a quien le vendiera. Recibió una negativa por respuesta. “Y la gente necesitaba la plata”, apostilla González, “pero gracias a la cooperativa que ya tenía un capital de 10.000 dólares, pudimos aguantar semanas”.
Un monopolio siempre es una excusa para pagar un precio de hambre a los productores", dice el gerente de Manduvirá.
Solo diez del medio millar de agricultores cedieron a las presiones de la empresa y vendieron su producción. Pero no era suficiente para que esta cumpliera sus compromisos y, tras tres semanas de huelga, acabó negociando con los cooperativistas, recuerda el gerente. “Ahí empezó nuestra revolución dulce”, evoca quien fuera uno de los seis, mientras pasea por las instalaciones de su recién estrenada factoría.
Anastasio Rodríguez, de 79 años, recuerda bien aquel capítulo revolucionario de toda una vida dedicada a la caña. Es socio de Manduvirá desde los inicios. “Entré a formar parte solo dos años después de que se creara. Soy un pionero”, asegura orgulloso. Desde el jardín frontal de su casa, amueblado con una mesa y media docena de sillas de metal, se observa la fábrica, que dista unos 300 metros. “Hemos tenido muchas críticas. La gente decía que esto no era posible. Es fantástica. Una maravilla. Fenomenal. ¿La habéis visto por dentro? Es un sueño contra tanta injusticia… Una joya para las siguientes generaciones”, se desata en halagos mientras señala la construcción que se refleja en el brillo emocionado de sus ojos. “Somos los dueños. No hay empresarios, nos aseguramos de vender toda nuestra producción y los beneficios se reparten entre todos”, sigue la enumeración de las virtudes del proyecto.
Consiguieron sus objetivos sin recurrir a la violencia, subraya González, porque con ella se sabe "cómo empieza, pero no cómo acaba”. Y pacíficamente fueron, poco a poco, conquistando sus metas. Avistaron la bandera de cuadros que significaba el gran triunfo cuando en 2004 la cooperativa recibió el certificado de productor de azúcar orgánico. Con él, ya no necesitaban compañía externa con tal reconocimiento para fabricarlo. Unos meses después, en 2005, alquilaron una nave en la que poder procesar su materia prima y vender el condimento bajo su propia marca. Ese año ya exportaron 234 toneladas.
Pero no se pararon ahí. Manduvirá no paraba de crecer en cuanto a número de miembros, producción e ingresos. En solo un año desde que alquilaron una vieja planta multiplicaron por seis las toneladas de azúcar que salía de sus máquinas hasta las 1.409, según sus datos. Por eso, dice González, pensaron que era viable construir su propio ingenio de azúcar orgánica.
La primera viga se colocó en 2011 y ahí está ya construida, metálica y reluciente entre el frondoso bosque paraguayo a un lado y, al otro, las plantaciones de caña de los vecinos de Arroyo y Esteros. El pueblo tiene 22.000 habitantes repartidos en casas bajas, la mayoría de colores claros, blancos y cremas que contrastan con el fondo verde oscuro de la vegetación en el horizonte. Rompe la armonía de colores, el tinte chillón de las camisetas de equipos de fútbol colgadas en la fachada de unos pocos comercios. 
La fábrica genera su propia electricidad con el excedente de leña
Este paraje se encuentra en el distrito de Cordillera conocido como el Valle Orgánico por su tradición de producción respetuosa con el medio ambiente y en armonía con la naturaleza. Por eso, la tecnología de la fábrica es “lo más puntero de todos los países” para que también el procesado sea sostenible, alardea González. “Pero la mano de obra, paraguaya”, apostilla.
Con la inauguración de la planta este pasado junio se convirtieron en los primeros productores de azúcar orgánico libre de intermediarios de Paraguay. Desde la tierra hasta la estantería del súper. En 2014 esperan triplicar su producción (18.000 toneladas) respecto a 2013 (6.300) y ya exportan a 23 países. Sus mayores compradores son Alemania e Italia. “En España no hay todavía mucha cultura de consumir orgánico de comercio justo, pero Oxfam Intermón es un gran aliado”, apunta González. En las tiendas de la organización se puede adquirir el azúcar moreno, dorado o blanco marca Manduvirá.

Azúcar justo

La cooperativa cumple religiosamente los mandamientos del comercio justo: democracia y participación, no discriminar por razón de género, raza o religión, rechazar el trabajo infantil, pagar un precio justo y respetar el medio ambiente.
Los 172 empleados del Ingenio de Azúcar Orgánica Manduvirá, como ellos dicen, son socios o familiares de estos que han recibido formación específica para el puesto para el que han sido seleccionados. Con lo que la agrupación se ha convertido en un agente de revitalización social y económica de la zona. “Solo si no encontramos el perfil necesario, buscamos a la persona fuera de la cooperativa, primero en la región, luego en Paraguay y agotadas nuestras fronteras, en el mundo”, destaca González. En Cuba encontraron a Bernardo López, el gerente de planta con amplia experiencia en el sector.
“La idea es producir, como mínimo, 100 toneladas de azúcar por día”, explica López mientras palmea una de las tuberías de colores que culebrean la fábrica. Las 1.000 toneladas de molienda de caña orgánica que hacen falta para poder hacerlo se compran a los 950 labriegos cooperativistas. “Al mejor precio de Paraguay. Y eso que competimos con las grandes empresas”, asegura González. Reciben 165 guaraníes por kilogramo (tres céntimos de euro), un precio por encima de la media del mercado que estaba en 2013 a 160, según datos del Ministerio de Agricultura recogidos en un informe del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. “Y nos aseguramos vender el 100% de la cosecha”, añade Alba Zarancho, productora y también operaria de la fábrica.
Ella es una del 35% de mujeres productoras de Manduvirá. Destaca el dato González en relación con el segundo de sus principios: no discriminar. “La mayoría son jefas de su hogar que no tienen pareja o son madres solteras”, especifica. En su opinión, la proporción podría ser mayor, “pero con la apertura de la fábrica, muchas hijas de productores prefieren trabajar aquí en vez de en el campo”.
Zarancho es de las que simultanea una cosa y la otra. Al principio trabajaba la tierra junto a su hermano. “Pero llegó un momento que decidí montármelo por mi cuenta. Una mujer puede hacer lo mismo que un hombre”, zanja. Hace siete años se unió a la cooperativa y hoy es también operaria en la planta. No se entretiene mucho en explicar más profundamente sus circunstancias y rápido vuelve a sus labores.
No escolarizar a los hijos menores de 15 años es motivo de expulsión de la cooperativa
El jefe continúa el recorrido por las instalaciones. Detalla de dónde han traído cada máquina, para qué sirve y cómo funciona. “Los equipos de preparación y molienda son de Pakistán. Los motores, italianos”, recuenta López. Todos respetuosos con el medio ambiente. Tanto es así, que la fábrica genera la electricidad suficiente para su funcionamiento. “Con el bagazo, el residuo leñoso de la caña, calentamos agua y el vapor mueve las turbinas”, explica.
Pese a este proceso, aún queda excedente de leña. ¿Desaprovechado? No. “Hacemos compostaje natural para nuestros productores”, especifica el gerente de planta. Sin necesidad de utilizar ningún químico, de la producción orgánica y una fábrica ecológica salen nueve tipos de azúcares –blanca, dorada y marrón de tres grosores distintos cada una– “de la más alta calidad”, asiente López. “Hasta la cal hidratada [para el refinado] es orgánica”, abunda.
Desde la planta más alta de la fábrica se divisan el río Manduvirá, al que le tomaron prestado el nombre, y las plantaciones de caña de algunos locales. López va revisando las instalaciones mientras habla. “Esta fábrica está estratégicamente ubicada. Entre el 60 y 70% de los productores están a menos de cinco kilómetros, por lo que se reduce el transporte”, alardea González. Así, minimizan el impacto medioambiental del traslado y la frescura de la caña no se degrada. “Cuanto menos tiempo pase cortada, mejor”, detalla.
A la puerta de la factoría llega un vehículo cargado de haces de caña con el nombre de cada productor para evaluar si están en su momento óptimo de recogida. No sólo el producto tiene que ser de la mejor calidad, sino también el servicio al empleado. Manda descargar y dirige su discurso a la importancia de apoyar a las familias. Con la prima de Comercio Justo –pago adicional de un porcentaje del precio del producto, fijado por la Fairtrade International, que se da a los productores para su desarrollo socioeconómico y el empoderamiento de las comunidades– Manduvirá ofrece a sus socios desde servicios médicos y odontólogos, un programa de radio propio, hasta donaciones de útiles y uniformes escolares para los que tienen bajos ingresos.
Un 35% de los productores de caña de Manduvirá son  mujeres
En este sentido, la escolarización de los hijos menores de 15 años de los cooperativistas es obligatoria. “Somos tajantes con esto: el que no lo cumpla, sale de Manduvirá”, advierte González. De momento no han tenido que echar a nadie. “Pero a punto hemos estado”, reconoce el gerente. Este es, junto a las ayudas al estudio y material escolar, un método para atajar el trabajo infantil y el abandono escolar en el país. “Hay mucho en Paraguay. En el siglo XXI todavía hay gente que piensa que con la primaria es suficiente, que los niños están preparados para trabajar”, contextualiza. “Quizá nuestra política no sea la más adecuada. Pero funciona”, zanja.
Manduvirá es más que una fábrica de azúcar. Más incluso que un sueño. Es una revolución dulce: producen también justicia social. “Esa es nuestra esencia, aunque competimos en un mercado injusto”, termina González dejando caer su mirada en un mapa en la pared de su despacho.

Bruselas critica que América Latina aproveche el veto ruso a la UE

La celeridad de varios Gobiernos latinoamericanos por ofrecerse como socio comercial a Rusia no ha sentado nada bien en Bruselas. LaComisión Europea transmitirá a los representantes de “un grupo de países” del continente americano su desacuerdo con la rápida reacción tras las sanciones rusas a los productos agrícolas de la UE, EE UU, Australia, Canadá y Noruega y les emplazará a “reconsiderar” sus contratos en ciernes con un socio “no fiable” como Moscú, según confirmaron el lunes fuentes comunitarias.
Con este movimiento, la UE busca dar un toque de atención por un movimiento que no consideran leal, aunque los Veintiocho no pretenden enturbiar sus buenas relaciones diplomáticas y comerciales con países como Brasil o Argentina.
“Podemos entender que productores y exportadores, empresas privadas en definitiva, busquen nuevas oportunidades. Lo que no compartimos es que haya Gobiernos detrás”, subrayaron. Estas mismas fuentes remarcan que la UE no se inmiscuirá en contratos privados, pero sí “lamentan” la actitud de este grupo de países y advierten de la escasa integridad de Moscú como socio comercial. “Sacrificarían una relación económica a largo plazo por beneficios a corto plazo”.
De esa actitud, Bruselas recibió el lunes mismo otra buena muestra. En este caso, de Buenos Aires: “Argentina generará las condiciones para que el sector privado, con el impulso del Estado, pueda satisfacer la demanda del mercado ruso”, afirmó el jefe de gabinete del Gobierno argentino, Jorge Capitanich, informa Efe.
Con la firma de estos acuerdos comerciales, Rusia —el quinto mayor importador de alimentos del mundo— busca suplir parte de las carencias que su ruptura unilateral con la UE y EE UU podría dejar en su mercado interior. Solo en 2013, las compras de alimentos europeos, ahora vetadas, sumaron 5.252 millones de euros.
En Bruselas ya había sentado especialmente mal que los embajadores de Argentina, Chile, Ecuador y Uruguay en Moscú se reunieran con el máximo responsable del Servicio de Inspección Agrícola y Ganadera ruso, Serguéi Dankvert, pocas horas después de que el Kremlin decretase la prohibición sobre las importaciones.
Argentina insiste
en impulsar
las exportaciones agrarias a Rusia
Pese al malestar, el Ejecutivo comunitario optará por una queja de perfil bajo. En los próximos días, representantes diplomáticos europeos trasladarán la protesta a sus homólogos latinoamericanos y, por el momento, el aviso no trascenderá al ámbito político. La UE estudia canalizar el mensaje a través de las delegaciones de estos países ante las instituciones comunitarias o a través de las oficinas de representación de la Comisión Europea en las capitales latinoamericanas.
El descontento comunitario con las gestiones de varios Gobiernos latinoamericanos con Moscú llega en un momento decisivo en las negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre la UE y Mercosur —el bloque regional que engloba a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela—. Tras casi dos décadas de conversaciones, los países latinoamericanos esperan una propuesta europea y los próximos meses, con la llegada de un nuevo Colegio de Comisarios a Bruselas, se presumen claves. Aunque el Ejecutivo comunitario prefiere no relacionar el malestar de la UE con el potencial acuerdo con Mercosur, varios funcionarios europeos sí contrastaban el lunes su actitud con la “lealtad manifiesta” de países como Australia, Canadá o Noruega, que han hecho suyas las sanciones a Rusia.
Bruselas lidia también con un malestar interno, el de los productores agrarios. Hay ya programada una reunión para abordar el asunto, este jueves, pero el comisario de Agricultura, Dacian Ciolos, aseguró el lunes que, por lo pronto, se adelantarán “medidas de apoyo” a los productores de melocotones y nectarinas, que al veto ruso suman los efectos de “condiciones meteorológicas adversas”.

Hallado muerto en su casa el actor Robin Williams a los 63 años

Ni la ilusión por volver a interpretar uno de sus papeles más recordados, el de la señora Doubtfire, cuyo proyecto ya estaba en marcha, pudo mitigar la depresión que desde hace años arrastraba el actor Robin Williams (Chicago, 1951), un intérprete que forjó su carrera entre la comedia, para la que estaba superdotado con una portentosa gestualidad, y el poso de amargura que dejó en filmes como El club de los poetas muertos, El indomable Will Hunting, por la que ganó el Oscar —el único que obtuvo en su carrera— al mejor actor secundario en 1998, o Retratos de una obsesión.
El cuerpo sin vida del actor, de 63 años, fue encontrado en su casa de Tiburón, una península en la bahía de San Francisco, frente a la ciudad. Los servicios de emergencias recibieron una llamada a las 11.55 de este lunes, hora local, (20.55 en la España peninsular) y entraron en su domicilio, donde certificaron su muerte apenas cinco minutos después.
La noticia saltó de inmediato a todos los medios de comunicación y las redes sociales y la desolación se hizo presente en las calles de San Francisco, pues se le consideraba uno de los símbolos de la ciudad, donde vivía desde 1967.
Su representante, Mara Buxbaum, fue la persona encargada de hacer pública la noticia. “Hace tiempo que luchaba contra la depresión. Esta es una muerte trágica y repentina. La familia pide respeto a su dolor y privacidad en estos momentos tan duros”, agregó.
El parte oficial que hizo público la Oficina del Sheriff del condado de Marín apunta al suicidio por asfixia como probable causa de su fallecimiento. Fuentes policiales insistieron en que se van a realizar pruebas para determinar si se encontraba bajo el efecto de las drogas en el momento de morir.
La última vez que se le vio con vida fue el pasado domingo a las diez de la noche junto a su esposa, Susan Schneider, quien también hizo público un comunicado: “Esta mañana perdí a mi marido, a mi mejor amigo. El mundo ha perdido a uno de sus mejores artistas y a una bellísima persona. En nombre de la familia de Robin, os pido respeto. Cuando se le recuerde, que no sea por su muerte, sino por los muchos momentos de gozo y sonrisas que nos regaló”.
Improvisado altar por Robin Williams en la casa donde se grabó 'Señora Doubtfire', en San Francisco. / R. J. C.
Entre estos momentos, se recuerdan especialmente las muecas de la famosa niñera en que se convirtió para cuidar de sus hijos en Señora Doubtfire, pero también al profesor de literatura soñador de El club de los poetas muertos.
A lo largo de su carrera logró cinco Globos de Oro. Entre los papeles más renombrados figura también el protagonista de Jumanji o el niño que no quería crecer, un personalísimo Peter Pan en Hook. En el mundo de los dibujos animados puso su voz al genio de Aladino, Batty Coda enFerngull o los simpáticos pingüinos deHappy Feet.
Polifacético, Williams destacó por algunas de sus aficiones: el ciclismo y los videojuegos. Su amistad con Lance Armstrong le convirtió en uno de sus habituales en la línea de meta del Tour en París. Su gusto por el ocio electrónico, al que consideraba una de las formas narrativas más innovadoras, le llevó a poner de nombre a una de sus hijas Zelda, como la aventura gráfica de Nintendo. Tenía también un hijo, Cody, ambos de su primera esposa, Marsha Garces, de la que se divorció en 2008. Entonces comenzó su recaída en el alcohol y las drogas, de los que llevaba más de 20 años apartado. Él mismo confesó su fuerte adicción a la cocaína a finales de los años setenta y ochenta. En 2009, tuvo que ser intervenido del corazón.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama ha lamentado su muerte en un comunicado: "Robin Wiliams fue un piloto, un genio, un presidente, profesor, un maravilloso Peter Pan y todo lo que se pueda imaginar. No había otro como él. Llegó a nuestras vidas como un extraño y terminó tocando los pilares del espíritu humanos. Nos hizo reír. Nos hizo llorar. No dejó de dar muestras de su talento y humanidad, especialmente a los que más los necesitaban, nuestras tropas, los desfavorecidos y marginados que viven en las calles. Toda la familia Obama enviamos nuestra condolencias a la familia de Robin, amigos y todos aquellos que encontraron una voz y la inspiración gracias a Robin Williams".
Edwin M. Lee, alcalde de San Francisco, ha emitido una nota de condolencia oficial: "La ciudad lamenta la pérdida de alguien que ha impactado e inspirando profundamente a sus habitantes. Sus vínculos con San Francisco eran muy profundos, en los clubs de comedia, en donde de cuando en cuando improvisaba". E insiste en que fue uno de sus mejores embajadores. "A pesar de su éxito, nunca olvidó San Francisco. Como filántropo hizo generosas aportaciones. Tenemos el corazón roto por alguien que cambió el mundo con sus risas y alegrías. Nuestros pensamientos y rezos están con su familia y amigos en estos momentos de duelo".
Participación del actor en un episodio de Barrio Sésamo.
La profesión usó las redes sociales como medio de despedida y muestra de condolencias. El cómico Steve Martin fue uno de los primeros en Twitter: “No puedo estar más tocado por la pérdida de Robin Williams, un caballero, gran talento, excelente compañero y alma auténtica”. También Ellen DeGeneres dejó escrito: “No puedo dar crédito a la noticia de Robin Williams. Dio tanto a tanta gente, tengo el corazón roto”. Los personajes de Barrio Sésamo dieron su último adiós a través de Facebook: "Lamentamos la pérdida de un amigo que nos hizo reír y sonreír". Su compañero Kevin Spacey optó por este mismo formato: "Hizo reír y pensar al mundo. Se le recordará y honrará por ello. Un gran hombre, un artista, un amigo. Se le echará de menos sin medida".
Su última imagen en Instagram, subida hace dos semanas, en la que figura junto a su hija Zelda, se convirtió en el altar improvisado para sus fans. En el hilo de comentarios se agolpaban los mensajes lamentando su pérdida y algunos de sus mejores gags.
Desde 2013 rodaba una serie junto a Sarah Michelle Gellar, The Crazy Ones, basado en las comedias de situación de los ochenta. Se canceló en mayo por falta de audiencia.