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miércoles, 15 de octubre de 2014

Un sector del clero se opone al mensaje aperturista del Sínodo

El martes fue día de rebajas en el Vaticano. Un sector del clero, asustado por la repercusión mediática ante la posible apertura de la Iglesia hacia homosexuales y nuevas familias, se apresuró a echarle agua al fuego de las expectativas. El cardenal sudafricano Wilfrid Fox Napier y el italiano Fernando Filoni comparecieron para advertir de que el extenso documento sobre las discusiones del Sínodo de la Familia hecho público el lunes es solo un borrador, “no refleja la riqueza del debate” –o sea, las profundas discrepancias sobre los temas candentes—y, lo que es peor a su juicio, “genera expectativas excesivas a quien pueda pensar que ya existen soluciones para cuestiones tan problemáticas”.
“Tal como está escrito el documento de ayer”, llegó a decir el cardenal Napier, “da a entender que hay acuerdo sobre cosas en las que en realidad no hay acuerdo”. Hay que recordar que, en líneas generales, la prensa italiana e internacional coincidió el lunes en que, de la lectura del resumen de las 265 intervenciones efectuado por el cardenal húngaro Péter Erdö, se desprendía un interés claro de los padres sinodales –en sintonía con las tesis del papa Francisco—por buscar fórmulas para acoger en la Iglesia a los homosexuales, a las parejas de hecho y a los divorciados vueltos a casar. Nadie habló de que hubiese soluciones rápidas ni fáciles, pero sí otro tono, otro lenguaje, una mirada más proclive al perdón que al castigo.
Pero no hay que llamarse a engaño. La presencia de los dos purpurados, de marcado talante conservador, en la Sala de Prensa del Vaticano no tenía como objetivo corregir la sintaxis del cardenal Erdö, ni tampoco el propósito de afear a la prensa –un clásico— su lectura tendenciosa del documento para llevar a los titulares lo más llamativo. Lo que los cardenales Napier y Filoni buscaban y lograron –obligando incluso a la sala de prensa del Vaticano a poner por escrito lo que todo el mundo ya sabía, que el documento del cardenal Erdö es provisional— era dejar constancia pública de que hay un sector del clero que no está ni mucho menos de acuerdo con la tesis principal del papa Francisco. La expresada en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) y que, ahora, parecía haber recogido el Sínodo. Esto es, convertir la Iglesia católica en un “hospital de campaña después de la batalla”, una Iglesia cuya misión más urgente sea la de buscar a los que se sienten heridos y solos—homosexuales, parejas de hecho, divorciados vueltos a casar, hijos de parejas gais-- para curarlos y no para condenarlos. Pero la intervención –tan apresurada como la redacción del documento que critican—de los cardenales Napier y Filoni en representación del clero discordante viene a confirmar que el camino iniciado por Francisco será todavía muy largo. “El documento dado a conocer el lunes”, insistieron los cardenales en un intento por no quedarse en fuera de juego, “no expresa ni el pensamiento de la Iglesia ni del papa Francisco”.
Tal vez no, o tal vez sí, pero lo que sí refleja es un cambio de lenguaje –hacia el encuentro respetuoso con el prójimo menos próximo— que aún asusta a sectores relevantes de la Iglesia.

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