Por primera vez
conozco en primera persona de manera consciente las consecuencias de la
emigración. No es que sea la primera vez que he viajado fuera de las
fronteras del país que me vió nacer, sino que tras haber visitado 37
países diferentes del mundo, es la primera vez que de manera consciente
me identifico como un exiliado económico.
Mi país elegido, de
manera circunstancial dado que mi compañera es de aquí, es Canadá, país
que fuera de sus fronteras goza de una buena reputación como país
próspero y avanzado, y es que la “Marca Canadá” nada tiene que ver a la
“Marca España”.
Lo que no se sabe y es difícil de saber si uno no
se envuelve de la historia pasada y presente de como se ha hecho y se
sigue construyendo este país, es que tras esa buena imagen hay sangre y
sufrimiento indescriptible.
Comencemos hablando de los pueblos
originarios, expulsados de sus tierras, asesinados y los sobrantes
recluidos en reservas. Hoy en día los mas conscientes organizados en el
movimiento Idle no more
en un arrebato de dignidad colectiva. Estos pueblos originarios
tuvieron que sufrir, al igual que los latinoamericanos, el peso de la
religión y la censura de sus rituales ancestrales, la escolarización
forzosa de sus jóvenes y castigos físicos de manera regular. Aquí se puede revisar algo mas de su historia y sobre la sangrienta colonización de lo que hoy en día se conoce como Canadá.
Conseguida
la colonización, los primeros ocupantes tenían la responsabilidad de
construir un país desde cero. Los primeros invitados a la fiesta, tras
los británicos y los franceses, fueron los chinos, responsables de crear
la infraestructura ferroviaria del país a finales del s.XIX gozando de
la “privilegiada” situación de súbditos de la corona británica, que les
abría la puerta a viajar dentro de la red de colonias que en el siglo
XIX dominaban; Estados Unidos, India, Canadá, Australia, Sudáfrica,
Nueva Zelanda y China principalmente. En esa época se vivía “la fiebre
del oro”, que invitaba a los movimientos migratorios sin prácticamente
ninguna restricción, y que bien supo adaptar al cine años mas tarde
Charles Chaplin en su cinta fechada en 1925, “The Gold Rush”.
En
las etapas posteriores, a principios del S. XX, llegaron los irlandeses,
los italianos y los portugueses, cada unos por motivos diferentes pero
todos creando sus propias colonias culturales en las diferentes ciudades
del país. Todas estas familias nutrieron un país que en el año 1916
contaba únicamente con 8 millones de habitantes.
En cien años los
asentamientos han crecido exponencialmente con el desarrollo industrial
y tecnológico. En la actualidad, Canadá cuenta con una población que
supera los 34 millones de personas censadas y los nuevos colonos,
representan poblaciones venidas de los cinco continentes; desde la
Norteamérica pobre y violenta representada por México hasta la Europa en
decadencia representadas por Portugal, Grecia, España e Italia pasando
por la Asia mas olvidada, Filipinas, Banglades o Vietnam, sin olvidar la
África de la guerra, Congo, Ruanda, Somalia o Sudán. Canadá no ha
dejado de recibir nuevos colonos en sus 148 años de historia pero si ha
cambiado su cortesía para con ellos. Esta población, 34 millones de
habitantes, es inferior a la de la península ibérica cifrada en 58
millones de personas, para una extensión de tierra que multiplica por 20
la de España y Portugal juntas.
Tras recorrer escuetamente el
proceso de construcción de lo que hoy se conoce por Canadá, viajemos a
la actualidad. Hoy en día existen en Canada más de 70 estatutos
diferentes, según algunas fuentes, de los cuales pueden gozar los
inmigrantes, incluido el de no estatus, o mas comunmente conocido como
“irregular o sin papeles”, independientemente del país del que uno
proceda. Es cierto que no es lo mismo ser inmigrante en Canadá siendo
francés que mexicano, o español que haitiano. Desde el gobierno
canadiense se ha creado toda una amalgama de estatutos de inmigración
acordes a los intereses presupuestos en el país, definidos por grandes
empresas y ejecutados por unos servicios migratorios inhumanizados.
No
son pocos los abogados locales que se han referido a las políticas de
inmigración del gobierno canadiense como “diseñadas para desestructurar
la sociedad”, sin servicios de cercanía donde cualquier inmigrante o
afectado por alguno de los varios procesos migratorios posibles se
pudiera dirigir. Canadá, ese gran país tan avanzado y rico, ciertamente
no dispone de ninguna oficina física de información a la que poder
dirigirse, o si, pero en Alberta, en la mitad del país, teniendo toda la
información centralizada en una página de internet y en un número de
teléfono donde extrañamente alguien contesta al otro lado.
Entre
la dificultad que otorga el hecho de ser inmigrante en un país
culturalmente distinto al tuyo, la falta de acceso sencillo a la
información arroja a miles de personas a la clandestinidad, dando con
ello carnaza a explotadores, chivatos, y ultras para una implacable
persecución. Y es que el gobierno canadiense ofrece recompensas por
denunciar a los sin papeles alimentando con ello un viejo oficio en la
retina de todos los amantes de los “Western”, el de cazarecompensas.
Con
estas nuevas políticas migratorias, hace pocos años han comenzado a
funcionar lo que en España se conoce por CIE´s, Centros de Internamiento
para Extranjeros. Lugares siniestros donde inmigrantes sin mas delito
que una falta administrativa, la de no estar regularizados, pueden pasar
semanas o meses detenidos hasta que se ejecuta su deportación sin
ningún tipo de juicio de por medio. Los medios de comunicación, en
general, se han mostrado muy sensibles a esta nueva realidad que muchos
de sus vecinos les ha tocado sufrir. No así el gobierno conservador de
Harper, que no ha dejado de disminuir las razones por las que una
persona puede acogerse al estatuto de refugiado en el país.
Miles
de familias viven en Canadá bajo la constante amenaza de la detención y
su posterior deportación. De hecho, ha habido varios casos que han
creado problemas al actual gobierno por mediáticos; una madre separada
de su marido y sus hijos que fue deportada a México, y otra madre que
dio a luz en el CIE de Montreal y posteriormente fue separada de su
bebé, ella deportada y el bebé entregado a su padre en Canadá. Estos
casos no dejan de ser la punta del iceberg de una situación inhumana e
insoportable que ha de encontrar una solución en un país que nació como
producto de una ocupación, y en el que hoy en día, hay territorio
suficiente para quién quiera construir en él.
La compañera Viviana Medina, de Mexican@s Unid@s por la Regularización explicaba en este video
que significa ser inmigrante en Canada y alguna de las vivencias por
las que ella tuvo que pasar. Es difícil hablar abiertamente de la
explotación laboral con jornadas de trabajo infinitas o de los abusos de
todo tipo que un sin papeles puede llegar a soportar.
En este
siglo XXI, vivimos una nueva era de esclavitud, mas sutil si se quiere
ver así. De los esclavos del s. XVIII hemos heredado la necesidad diaria
de comer y la imposibilidad de elegir, mientras los gobiernos han
heredado la crueldad y la apatía a la necesidad humana, respondiendo
únicamente a las necesidades empresariales.
Hablamos de Canadá,
pero perfectamente podríamos estar hablando de EE.UU., España, Francia o
Alemania. Las fronteras son lugares donde la empatía por los de abajo
brilla por su ausencia como muestra este otro video.