l arresto el martes de Henry de Jesús López
Londoño, alias “Mi Sangre”, uno de los jefes y principal financista del
cártel colombiano Los Urabeños, en un restaurante de una lujosa zona de
la periferia de Buenos Aires, siguió a otros casos de detenciones y
condenas en Argentina, un país considerado de tránsito y de alto consumo de drogas.
La radicación en Argentina de narcos de la región puede darse por “una cierta proximidad con el territorio y una cierta facilidad para moverse no solo física sino financieramente. Argentina
debe desarrollar una mayor actividad detectiva”, dijo a la AFP
Alejandro Corda, experto en política de drogas y docente de la estatal
Universidad de Buenos Aires.
Corda, miembro de la Ong Intercambios (política de drogas), agregó que en Argentina ”falta información de inteligencia para anticipar no sólo la presencia de personas sino de organizaciones” y añadió que la inexperiencia en este terreno “es lo que hace atractivo al país” para la actividad o residencia de los narcos.
“Se dan todas las condiciones para que cárteles de la droga se establezcan en Argentina porque no hay programas para investigar activos ilícitos y hay altos niveles de corrupción política.
Teniendo en cuenta estas dos razones, es un país posible (para los
cárteles)”, señaló semanas atrás Edgardo Buscaglia, investigador
principal de la Universidad de Columbia, a la AFP.
En ese contexto, narcos que son hostigados en países donde el crimen
organizado tiene fuerte presencia, como en Colombia o en México,
encuentran una posibilidad de refugio en Buenos Aires y su periferia,
considerada además una atractiva ciudad para residir.
El jefe de la Policía de Colombia, José Roberto León, sostuvo que
“frente a los fuertes golpes del gobierno colombiano contra el
narcotráfico, ellos también cambian su modus operandi, buscando nuevas
rutas de envío de droga, algunas de las que hemos detectado incluyen
a Argentina, Chile, el Cono Sur para posteriormente volver al Caribe e
ingresar en Estados Unidos”.
Refugio, pero no para siempre
No obstante, el gobierno argentino desestimó que en su territorio se estén radicando narcotraficantes en forma permanente.
“El narcotraficante ‘Mi Sangre’ no es la excepción. Como él, hay
muchos que se mueven en todo el mundo, sobre todo cerca de la zonas de
producción (de droga) y tejen las redes de organizaciones
narcocriminales”, dijo el viceministro argentino de Seguridad, Sergio
Berni.
El jefe narco, de 41 años y requerido por Colombia y Estados Unidos,
considerado el mayor financista de Los Urabeños, herederos de los grupos
paramilitares desmovilizados de Colombia, había ingresado a Argentina a
finales del año pasado con un pasaporte apócrifo de Venezuela.
Residía en varias lujosas residencias de la periferia norte de Buenos
Aires y se movilizaba en vehículos exclusivos acompañado por una decena
de custodios.
En 2008, Argentina rechazó una petición de refugio político de “Mi Sangre” junto a su familia, señaló este viernes el Comité de Elegibilidad para los Refugiados (Cepara).
La justicia argentina investiga además si está implicado en el crimen
de dos ciudadanos colombianos, Jorge Quintero y Héctor Duque,
asesinados en 2008 en el estacionamiento de un centro comercial en la
periferia norte de Buenos Aires.
Narcotraficantes colombianos y mexicanos han sido detenidos y algunos condenados en los últimos años en Argentina, considerado un país de alto consumo y de tránsito de drogas.
En abril pasado, el narco colombiano Gustavo Adolfo García Medina fue
detenido luego de ser allanado un depósito donde fueron encontrados 280
kilos de cocaína embalados en muebles de estilo, listos para ser
exportados a Europa y Estados Unidos.
Dos meses después el mexicano Juan Martínez Espinosa y el argentino Mario Segovia fueron condenados a 14 años de prisión por 91 hechos de contrabando a México de efedrina (precursor químico para drogas sintéticas).
La modelo colombiana Angie Sanclemente Valencia fue sentenciada en
noviembre pasado en Argentina a seis años y ocho meses por intento de
contrabando de cocaína a Europa.
Ese mismo año, fue apresado Ignacio Alvarez Meyendorff, quien era requerido por Estados Unidos como sospechoso de traficar ocho toneladas de cocaína mediante el uso de submarinos.
En 2006 tres empresarios vinculados a la industria farmacéutica
fueron ejecutados por narcos en General Rodríguez, 50 km al oeste de
Buenos Aires.
Aunque al parecer sin vínculos con el mundo delictivo, en Argentina residen, con identidad cambiada, la esposa y el hijo del capo colombiano Pablo Escobar, abatido en 1993 en Medellín.
En Argentina las fuerzas de seguridad decomisaron en 2011 un récord
anual de 6.306 kilos de cocaína y 92.615 kilos de marihuana, según
cifras oficiales.